Si pudiera resumir en lechugas el sabor de la alegría, tres veces invocaría al poder de la verdura. No el de las judías, tampoco el de la calabaza y no me refiero ahora al olor a recién naranja.

Hablo más bien del sabor de las sonrisas cuando sanan. La buena gente, la que siempre gana. Gente corriente, gente de cesta, gente que de vivir fuerte, vivir siempre, con tres palabras -o incluso sin ellas- te llena de suerte.

Si pudiera elegir un día para estrenar nueva sonrisa, ahora sí, elegiría siempre cualquiera de los lunes que vienen. Tiempo en presente. No por color, tampoco por la rutina, pero siempre ganaría por el juego de sumar razones -las tuyas, las mías- en compañía.

El amor siempre fue híbrido como el color de ser feliz. Ni blanco ni negro, ni azul ni amarillo. Tampoco gris. Feliz es encontrar razones por ilusiones, toparse de bruces con aquel sueño para saber que nunca y más bien siempre, ganarán los soñadores. Sigamos soñando, codo con codo en cada reparto y ya, por mucho tiempo, juntas y juntos en el mismo barco.

Somos los que estamos pero no estamos todos los que somos.

Nuestro grupo de consumo, Híbridxs, cumple más de un año.

Y si en algo ganamos o no nos gana nadie, es en el número de sonrisas por segundo o kilómetro cuadrado.