Hace algún tiempo me llegaba desde Brighton un libro del que Joe me había hablado muchas veces. Hace poco más de un mes Aran me escribía desde India contándome que creía haber estado en un lugar donde estaba el manuscrito de El libro tibetano de la vida y la muerte.
Hace un rato he vuelto a buscarlo en las estanterías. Se le había soltado la primera hoja. Y con ella también la nota que me escribieron antes de enviármelo, hace ya algún tiempo.
Esta semana he vuelto a escuchar a Lhasa. La primera vez, íbamos en coche hacia Aulas, ese pueblo abandonado que acabó siendo una experiencia. El sábado Alba me contaba que creía que Lhasa había muerto este año. Y entonces empecé a escucharla desde otro lugar, quizás desde allí donde suenan las voces que ya no están.
Hoy he leído que a Lhasa el nombre se lo puso su madre después de haber leído el mismo libro del que Joe me habló tantas veces. Me ha entrado un escalofrío y he pensado en lo mágica que es la vida y la muerte algunas veces. Ya sabes, pensamientos superiores.
No creo que nunca la hayas escuchado pero estoy segura de que en cuanto te la ponga te vas a emocionar. Últimamente te emocionas por todo. Y su vida es una de esas de las que sabes que me quedo enganchada. Padre mexicano y madre americana, se pasó la infancia recorriendo el país en el autobús que hicieron su hogar. Ella con sus padres, sus tres hermanas, tres gatos, un loro, dos tortugas y un perro.
“Creció escuchando a Violeta Parra, Chavela Vargas, Billie Holiday, Amália Rodrigues, Maria Callas… Siempre le atrajo la música triste, confesaba. El crítico británico Charlie Gillett comentó que, de haber tenido Nico y Leonard Cohen una niña en la década de los setenta, hubiera sido Lhasa.” Por cierto que Charlie Guillet moriría dos meses después.
Mientras tanto, con sus hermanas aprendió el arte del circo y con 25 años sorprendía al mundo con “La llorona” , con una música propia y extraña para México y para el resto del mundo. Seis años más tarde publicaría “The living road”. Distinto idioma pero la misma fuerza para transmitir escalofríos. En 2009 quiso llamar al que terminó siendo su último disco Lhasa y yo me pregunto sino era más que un comienzo. En enero de 2010 moría de cáncer de mama. Historia de un viaje mágico por la vida
La confesión, en francés, no es la favorita. Pero leo que de una de las frases de la canción «Me siento culpable porque tengo la costumbre» aseguraba que tardó meses en comprender que se trataba de una fantástica explicación sobre la culpabilidad y cómo librarse de ese terrible sentimiento.
El escalofrío, otra vez.