En 100 kilómetros y una hora superamos muchas cosas. No a la velocidad a la que pasa el tiempo –tardamos dos años- pero al final los recorrimos. Y cuando digo 100 hablo del miedo, bastante tristeza, los silencios, algunos recuerdos, de no volver a ver las cosas de la misma manera. También de kilómetros. Y al decir una hora, en realidad hablo del segundo, la milésima porción del tiempo en la que la vida de repente da un giro, se rompe, una vuelta de 360º y todo cambia, tú te quedas y nada sigue.
Pero al final los recorrimos. 100 kilómetros, una hora y en dos años.
Hacía tanto tiempo que no hacíamos nada juntos. Aquello, lo que fue siempre, volver al pueblo en los veranos. Cuando el 25 de agosto Oscar me llamaba, yo cogía un autobús y la historia seguía en el hospital, ya no era consciente de que la realidad cambia tan deprisa como esa milésima porción más pequeña del tiempo. De todo eso ya hemos hablado, pero esto es algo nuevo. Volver a hacer las cosas que antes también eran especiales, verla sonreír a ella, tú en el bar…vamos, hacer que aquel golpe a traición del que hablaba el artículo, dejase de traicionar tanto.
Quedan kilómetros, horas y muchos más años. Pero tú –tal vez no por vocación, camionero de profesión- eres el que maneja. Tú eres el fuerte, así que ya sabes.
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