Todo pasa, aunque tú no lo sepas

Puede que sea casualidad o no. Unos dicen que no existen, otros cuentan que todo está escrito. Y yo –que ni se, ni vengo ni digo- hace un tiempo que dejé de contarme los lunares y empecé a buscarlas, las casualidades. También acabé entendiendo –por otro lado- que más interesante que las cosas que casualmente coinciden, son todas las que dejan de suceder porque nunca se encontraron. Al tiempo me lo acabó contando algún girasol –que no gira sin coincidencia- o lo vimos en una película.

Ayer te llamaba y terminaste contándome que en rehabilitación conseguiste levantarte solo. Me dijiste que ya son dos años luchando pero yo ya no hablaba. Tal vez sólo sea eso –te levantaste- pero ya es mucho más de lo que teníamos ayer. Quizás mucho más de lo que nos encontraremos mañana.

Pero lo cierto es que ayer fui feliz, ya sabes, de esas veces que no tocan razones. Y luego – más tarde, cuando tú me lo contabas- entendí que no fue casualidad y que la felicidad –aquella, la espontánea- encuentra sus razones por cuenta propia o ajena, aunque tú no lo sepas.

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