Esta entrada aparece en el -ya desaparecido- blog de lainformacion.com, La Regla de William
Navy nos recibe con una energía que estremece y una sonrisa que apabulla. Acaba de terminar la sesión con un grupo de mujeres embarazadas. Estamos en el poblado de Tuol Sambour, en un distrito al sur de Camboya, y aunque llegamos algo tarde, nos da tiempo a escuchar algunos de los consejos que les está ofreciendo y las recomendaciones para la próxima visita al centro sanitario más cercano.
Todas sonríen, a Navy todas las mujeres del pueblo la conocen bien. Es una de las dos voluntarias sanitarias de la comunidad y ya todas saben que siempre está dispuesta a apoyarlas para cualquier cosa que necesiten. Apenas he visto su sonrisa unos minutos y ya puedo entender el tipo de sentimiento que despierta. Navy es una de esas heroínas que nunca nos enseñan en las películas.
Porque en un lugar como Camboya, en donde la guerra civil de hace poco más de 30 años
dejó un sistema sanitario devastado (sólo 50 de los 600 médicos que practicaban en el país
antes de 1975 sobrevivieron al genocidio de los jemeres rojos), trabajar para ofrecer salud a
las personas que viven en las zonas más remotas es, sin duda, propio de una auténtica superheroína.
Salvan vidas
Los trabajadores sanitarios, de Camboya y de todo el mundo, salvan la vida de los niños y las niñas. Sin ellos, las vacunas no podrían administrarse, los medicamentos más básicos e imprescindibles no podrían prescribirse y ninguna mujer embarazada recibiría asistencia experta durante el parto.
Ningún niño debería morir por no poder recibir la ayuda de un trabajador sanitario. Sin embargo, debido a la carencia global de más de 3.5 millones de estos trabajadores (entre los que se incluyen médicos, enfermeras, matronas y trabajadores y voluntarios sanitarios locales), millones de niños y niñas mueren cada año.
La denuncia es concisa: esta importante carencia va a provocar que el mundo no vea cumplido el Objetivo de Desarrollo del Milenio 4, que persigue reducir en dos terceras partes la mortalidad de los niños menores de 5 años para el año 2015.
La Asamblea General de Naciones Unidas se reúne hoy para, entre otras cosas, debatir formas y evaluar las vías que se están empleando para lograr mejorar la salud de los niños y las
madres y alcanzar el Objetivos marcados para este fin.
Allí estamos nosotros junto con un montón de organizaciones de todo el mundo, para reclamar más inversión en el número de trabajadores sanitarios como vía imprescindible para salvar la vida de más de 15 millones de niños y niñas menores de 5 años.
Porque no es justo que, como señala el informe que presentábamos ayer, los niños y niñas que viven en los países afectados por la crisis de trabajadores sanitarios tengan cinco veces más posibilidades de perder la vida que un niño que nace, por ejemplo, en España.
Una crisis que precisa compromiso pero que tiene solución.
Estamos hoy en Nueva York para insistir a los líderes mundiales en que esta crisis y la actual
falta de trabajadores sanitarios tienen solución con un compromiso de verdad.
En países con bajos ingresos, como Bangladesh o Nepal, una gran inversión en trabajadores sanitarios ha reducido el número de muertes de niños y niñas. Ambos países se encuentran entre los pocos encaminados a cumplir el Objetivo de desarrollo del milenio de Naciones Unidas de reducir la mortalidad infantil en dos tercios para 2015.
Desde Nueva York o desde Camboya, desde Nepal o desde Liberia, es necesario denunciar la falta de trabajadores sanitarios, debemos apoyarles porque solo gracias a ellos y ellas nosotros, nosotras y todos los niños del mundo, podrán disfrutar algún día del derecho a tener una salud atendida.
Porque el mundo necesita héroes y heroínas, pero de esos que no nos enseñan en las películas.