Dos más dos igual a cinco

Preguntas.

Me gusta cuando duermo a horas no acostumbradas,
entre la vigilia y el suelo, me llega aquella imagen:
un tú y un yo sentados en un bar -hablar sin respirar.

Y pienso -qué obviedad-
«sería perfecto volver a conocerte»,
sabiendo que volvería a pasar por todas las paradas,
llevando en la mochila un amor con llaves prestadas.

Porque tal vez te echaba de menos ayer,
te colecciono palabras;
trato, sin saber, de dibujarte un silbido;
busco algunos rastros en cuadernos y en actas.

Quizás solo te escriba por la certeza de aquella vez,
la noche en que sumando dos y dos salieron cinco.

Detrás, al fondo de las letras,
todo puede ser nada y suenan, lejanas,
las respuestas.

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