– A enero no le quedan más de tres telediarios.
Y yo, que solo había entrado allí por una hogacina de pan centeno, traté de alargarme en recoger el cambio y escuchar algo más de aquella interesante predicción.
– Ya lo dijeron el jueves en la carnicería, no más de tres telediarios y enero se esfuma.
Pensé entonces, de camino a casa y con un trozo de pan centeno rozándome el paladar, en cómo sería la vida sin enero. Once meses, año impar.
Enero no me gusta. Tampoco me gusta febrero, pero pretender borrar dos meses del mapa es demasiado. Dos meses son un verano, pensé, decidiendo en ese preciso instante que al fin y al cabo, febrero tiene su aquel. Me gustaría decir que enero no me importa, que es un mes ekis, una mueca sin gesto, treintayun días sin más. Enero, una excusa en el tiempo para dejar atrás un año impuesto y seguir con la tendencia ciclotímica del paso de las lunas. Luna, sol, luna, sol, luna, sol… Pero no, enero si me importa, enero no me gusta, enero hasta me pone de mal humor.
Alguna vez me dio por pensar que mi enemistad ojerosa con este mes gris pálido empezó el día en que dejé de creerme que enero son comienzos [mucho antes incluso que cuando dejé de creer en los regalos]. Te tomas las uvas y todo son propósitos. Tremenda tontería. Todo el mundo sabe que empezar de nuevo es septiembre. Enero es un impostor.
Enero… enero eres triste. Y siento decírtelo así -con permiso de Echenique- dándole pena a la tristeza, pero es que de verdad que se me atraganta tu pena. No se si eres tú, soy yo, fuimos los dos, pero tu mera existencia me aletarga en un absoluto estado de amorriñamiento – sin acabar de entender qué raíces me haces echar de menos. Se que no ayuda espetarte una declaración así, recién acabas de llegar, pero te lo tenía que decir, era un secreto a voces, todo el mundo lo sabe: eres triste. Y lo siento de veras. No lo digo yo, lo dicen las cifras, el INE, lo gritan los cuentos. Enero es un lunes azul, un volver al trabajo, un repunte en el paro, otro martes sin sol; eres dos semanas antes del primer examen, eres gimnasio sin ganas, francés, alemán, eres este año por fin me apunto a pilates; eres o te dejo o me caso; paseo sin hojas, ya casi no hay verde, eres camino hacia un cielo emplomado.
Eres triste siempre en esa manía tuya de intentar no llamar la atención. ¡Despierta enero, despiértanos! Reacciona, joder, haz algo. Quítate de encima tu tristeza. Intenta ser algo más enero, sueña alto, aspira lejos. ¿No te das cuenta de que hasta el capitalismo colgó de ti sus problemas, sus culpas y te puso a caminar cuesta arriba?
Enero no quiero rendirme, pero lo siento. Te quedan tres telediarios y te esfumarás por donde has venido. Hasta la próxima enero, se acabó, da media vuelta, olvida mi nombre, mi casa…
Abro la puerta, 5 de enero dicen en Noticias Cuatro. Llego a casa sin la hogacina de centeno.