Durante años, miles de centroamericanos han llegado a Estados Unidos cruzando clandestinamente México a lomos de un tren de mercancías conocido como La Bestia. Muchos, han tenido que subirse varias veces sin llegar nunca a su destino. La mayoría han sufrido algún tipo de violación, robo o extorsión sobre el hierro de sus vagones. Demasiados han muerto, olvidados, en sus vías.
Pero antes de llegar La Bestia, está la espera. Días, semanas, años. Una vida entera esperando a que llegue el tren y a poder encaramarse a sus espaldas. Tras cruzar a pie las fronteras que separan sus paisitos centroamericanos, los migrantes se refugian en albergues donde, entre la camaradería migrante y el miedo, platican, aconsejan, escuchan, hablan, callan. Esperan.
Mientras tanto, también está la lucha y la ayuda mutua. Durante las semanas que recorrimos los albergues en el camino a lo largo del sur de México, pudimos compartir asambleas, manifestaciones conjuntas por las calles de ciudades como Tenosique e Ixtepec, ceremonias en recuerdo de otros y otras migrantes que en el pasado corrieron la peor de las suertes, talleres para aconsejar a los demás como agarrar el tren, como defenderse en el camino… y en definitiva, actos y gestos que se han convertido en costumbre entre la comunidad migrante centroamericana.