en los bordes

hay días que una se siente como la fachada atravesada por las sombras,
que observa como se va escurriendo el sol hasta los bordes,
como se va perdiendo el hilo de luz que llegó con la mañana.
Hay días que una quisiera ser la teja en el techo para mirarlo todo desde arriba
y pensar qué suerte no ser fachada ni puerta ni ventana
sino estar por encima de la realidad que crece desde el suelo.
Hay días que, en el fondo, una no siente la materia de ser nada.
Y se acurruca en lo márgenes y se rinde sin ser pared, ni suelo,
ya ni siquiera la sombra de esa rama que sobrevive
firme pero doblada.

 

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