Hoy,
ese mismo gesto errante de otras tardes;
hoy,
yo y mi gesto
[y los pies tirados en la cama]
nos hemos mirado de espaldas
jugando al quién es quién del imperfecto.
«Hoy,
quisiera ser mañana»
pero insiste el gesto en recordarme
que si no vale vestirse de ayer,
tampoco es verde «siempre llegará un después».
Hoy
es mi gesto el que ya no luce como antes,
ni su manera de fruncir los dientes
ni su extraña forma de pasar las tardes.
Hoy
todo vale porque ya no juega nadie,
ni luego, ni antes, ni pared, ni después.
Hoy,
yo y mi gesto y este ahora imperturbable.